Vas a odiar esta Newsletter.
Y lo vas a hacer porque, cada vez que te llegue la notificación del email, no vas a tener más remedio que leerla.
Porque, muy a tu pesar, la política es algo que te importa, que te tiene que importar. Te persigue. No te deja vivir en paz.
Por muy mal que te lleves con la política, si enciendes la tele o echas un vistazo a tu red social de referencia, inmediatamente te cruzas con…
Ese canalla con cara de tonto al que no soportas pero al que miras petrificado cada vez que pronuncia dos palabras seguidas…
A mi me pasaba mucho ese pensamiento por la cabeza…
Obviamente, con la caracterización graciosa y juguetona de la cabeza de un niño de nueve años.
Escucha…
Tuve la gran suerte de que mi padre se ocupara de mi cuidado gran parte de mi infancia. Yo diría que casi toda. Eramos una familia de cuatro extranjeros que intentaba adaptarse como podía en un mundo lleno de estímulos extraños.
Pero, para cuando yo tenía siete años, mis padres y mi hermano mayor ya llevaban una parte importante de su vida en España.
Y, para bien o para mal, especialmente mi padre, trataba de aculturizarse viendo la tele.
El caso es que a mi padre le chiflaban los programas de tertulias. Todas las mañanas encendía la robusta tele de plasma del salón para ver los Espejo Públicos o Al Rojo Vivo de turno.
Las opiniones políticas de mi padre eran como él, contradictorias.
Facha lo justo, rojo pero no mucho.
El caso es que él mantenía que los buenos en España, eran los socialistas. Lo firmaba a fuego en siete tablas de mármol si fuese necesario. Zapatero era un pobre ángel de la caridad al que debíamos agradecimiento a perpetuidad por «habernos dado los papeles«.
Y nadie le movía de ahí.
Cierto día peregrino, al calor de una tertulia, no sé porqué se me vino a la cabeza la expresión «los conservadores parecen estreñidos» en una conversación ridícula sobre un tal Francisco Camps y un caso de unos trajes mal cosidos y pagados a precio de horo.
(Si no te suena de nada, es normal. El caso Gürtel paso inadvertido por los medios de comunicación).
Con esa payasada infantil que mi padre repetía hasta la naúsea para reafirmar su apoyo a ZP…
Había creado mi primer relato.
Tan fácil como eso.
Y, aunque de niño no lo pillaba, con el paso de los años y una carrera universitaria de por medio, entendí a leer la política.
Y es, precisamente, lo que aún trato de hacer en mis ratos libres, dando el coñazo con el tema a quien quisiese escucharme.
Pero ahora, pienso cobrar por ello.
No entres aquí si no eres idiota.
Escucha…
Escucha y atiende, que esto es importante
Cuentan las crónicas de un azvenedizo resentido con Platón, que éste ordenó cierto día, quizá fruto de una mala digestión, colocar en el frontispicio de su akademia una inscripción que rezaba:
¿Cómo?
Sí, lo que oyes.
Pues sí que le sentó mal el gyros a ese tal Platón.
Nada de eso.
Verás, hay muchas interpretaciones de lo que quiso decir Platón. Yo te voy a dar la más básica, luego si eso tú, llévame la contraria citando la Wikipedia.
Lo que quería transmitir es que no podías entender la filosofía más elemental si no pensabas «fuera de la caja» que les gusta decir ahora a los gurús.
Es decir, NO QUERÍA FANÁTICOS.
Vale, pues yo tampoco los quiero.
Si vas a entrar a este rincón perdido de la mano de internet, asumo que estás dispuesto a oir lo que te pique, aunque te tengas que rascar todo el cuerpo.
Porque, o admites que eres idiota, y que lo has sido la mayor parte de tu vida, o morirás siendo idiota.
Y no, no te estoy insultando. No te conozco y, al menos que te deba algo o me debas pasta, me das igual. Te llamo idiota como te puedo llamar de cualquier otra forma.
Pero es precísamente le idiota, el empanado, el que no se entera de nada, quién más necesita reafirmarse en su idiotez. Y, por desgracia, es un mal que empeora con el paso de los años.
Un idiota de más de 60 años es probable que muera siendo un desgraciado intelectual, porque ya está tan autoconvencido de su disminuidad mental que no podrá salir de ese estado ni queriendo.
Un idiota que descubra que lo es con 25 o 30 años, bueno, aún tiene remedio.
Yo no tengo la cura para tu idiotez, amigo. Pero tranquilo, que si finalmente, contra todo pronóstico, te suscribes, tú solito acabarás dándome la razón.
Ya te adelanto de qué va a ir el primer correo que recibas.
Quiero fustigarme. De qué tamaño es la fusta
Has decidido que quieres tomar la píldora roja.
Bien.
Mientras la digieres, te voy a contar, brevemente, lo que te vas a encontrar si eres tan atrevido (o tan loco) como para suscribirte después de la turra que llevas.
Es decir, cada día recibirás fresquito en tu bandeja de entrada:
Sobra decir que, en ningún sitio del vasto internet encontrarás una perspectiva similar a esta.
Y eso se debe a una sencilla razón.
Porque es mía.
Así que si se da la casualidad de que te encaja, bienvenido, pon tu mail en el cajetín y nos vemos dentro.
PD: Además, siempre te voy a vender algo. Esto no entra en discusión y no es negociable. Si quieres compras, si no, simplemente sigues con tu vida.